lunes, julio 03, 2006

Y así, sólo caminamos lejos.













En el relámpago último de vuestra piel dolorida
De la sangre derramada por el arma de las manos viciadas
Que se lleva lejos la inocua sensación de sanidad
Dejando atrás su estela compungida de dolor
En la aturdida beldad de los embotados sentidos
Que claman la venganza de las flores que por sobre todo ojo habrán de ser vistas
¡Aquí¡
En este agujero absorbedor de la quietud
En esta miseria
Aquí
Donde los balcones de aquellos ojos atiborrados con brillo tibio
Proclaman la voz del que en ellos ha de habitar
Para el bien de la putrefacta infección de su misericordia
Llamando a por el Dios que le dejó caer desde la palma obscena del cielo
Para encontrar entre atosigadas mermas
El salud de un centenar de dentelladas expectantes
Y gritar
Llorar
Y maldecir
Y volver a gritar el nombre bestial
Maldecid la vuestra siniestra plenitud
Y saber que en el odio
La quietud
Aquí
No tiene cabida.
En las sombras y tinieblas del corazón
Pulverizado por el cordón y la pluma
La nada es señor de toda lumbre
¡Amo de todo patrono!
Del abismo extendido desorbitando el temple
De la nada absorbiendo cada idea
Señor de cada ilusión
Perdida pérfida maldita esperanza
De la pobre razón de los responsorios felones.
Ominosos los ojos que os ven
Ya cayendo lentamente
Pasando el camino
Aquí
Os recibimos
Y proclamamos vuestro nombre.
¡Aquí!
¡Te acopiamos y ungido en el agua turbia de nuestros muertos rostros!
Recordamos tu odio
Recordamos la vuestra rebelión de injustificada negación
Y a manos extendidas hacia los paramos del infierno
Recogemos la tuya guiada a nuestros reposorios
Donde el descanso de los fuertes
Es espada alzada desafiante
Frente al plexo rutilante del señor de nuestra nada.
¡Así se hará!
¡Ahora!
¡Y para siempre!
En el refugio de los solitarios héroes
Bienvenido será el desdén y el recuerdo
¡Tu!
Único como cada gota de esta copa a derramar
Monarcas todos de la cruel y de la repudiada
Con el valor empuñado entre huesos cobijados de poder
Nuestra voz es ahora de la enhorabuena acongojada
Y el despertar de este sueño
Aquí
Ya que como ningún espejo ha de reflejar
En los fondos de nuestra vergüenza
La fe del debilitado y de flacas conjeturas que a de domar
La intrépida confesión de vuestro semblante.
Seréis la buena ventura del platinado caminante belicoso
Y entre las tumbas
Un partidario de la emoción
Señor de la destrucción
Dueño de la nada de nuestra voluntad
¡Aquí!
Bienvenido seas.

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