martes, julio 18, 2006

Lucifer

He visto los imperios caer. Como hojas al viento del fuego, ardieron consumiendose en torbellinos de muerte insaciable. He visto a los hombres asesinados entre si, con aquella despiadada sombra cubriendo sus rostros inmundos de desesperacion y dolor.
He visto a millares de seres humanos derrumbados ante la impotencia, la violencia y la decadencia infecciosa de toda la lacra de sus vidas, dominadas por terrores y aberraciones de incontables formas.
Pero mi sitio, mi hogar, conserva vivo el momento en que los angeles se estrellaron unos contra otros en la deprabacion de la muerte, en la guerra que ante sus impavidos rostros se desato... allí en mi hogar se guardan y perduran los horrores que ningun ojo humano puede vislumbrar.
En mi hogar la degeneracion, violencia y muerte humana, tienen la apariencia inofensiva de un niño.
En mi hogar los hombres no pueden abrir sus ojos.
No pueden matenerse en pie.
No pueden respirar.
En mi hogar, soy rey de la lacra mas baja que puede existir. y no hay materia que pueda resistir el dolor punzante de ella.
En mi hogar no soy rey, no soy huesped... soy dolorido eterno habitante, soy devorador de luz.... Soy Lucifer.


martes, julio 11, 2006

XXX


Las estrellas palpitaban casi apagadas en sus ahora muy dilatadas pupilas, gotas rojas salpicadas aquí y allá, entre fragmentos de una vida estrellada por el vidrio opaco de la botella… parecían burlarse y reír de su absurda desgracia. Bastaba sólo un ligero movimiento de cabeza para percatarse de su figura tendida en aquel rincón, pero las sombras ajenas paseaban desatendidas como todos los días. Apartado por la demencia, carcomido por el frío, alienado por la sociedad, allí, en la infecta vereda oculta, yacía con los ojos clavados en la botella rota, que por mano ajena le quitara la vida.

Primero... El lucero

Eh mirado en tu rostro de beatifica sanidad,
Los escorzos de un perfil que ya sus ojos no logro soportar.
¿Qué le haces con mano y aliento?
A los aires que nos abrazan gritando por las densidades que crecen
En todos los anchos corazones de mis hermanos,
De todos aquellos que os envuelven de elogios y plusvalías…
Mis carnes flaquean hoy por la vuestra despreciativa mirada
Cual es el consigno que espera a nuestras reminiscencias
El designio de la palabra que nos lleva a nuestras más codiciadas penumbras
¿Qué somos para la vuestra inalcanzable perfección?
¿Qué truculento papel es el que nos ha tocado desempeñar?
¿Acaso por ejemplos en vida y dolor nos toma tu destino?
¿Acaso por perfidia maquinada lejos de nuestras obras seremos juzgados?
Somos el vasto reflejo de la virulencia enmascarada, en el rostro que a la vida nos trajo
¿Y llamados somos cual nombre de la traición?
¡Los designios no son espontáneos ni al azar de los cosmos!
¡Nuestra sola existencia evidencia es de ello!
¿Por que nos traicionas?
¿Por amor?
¿Por odio?
Son destinados nuestros ojos para jamás volver la mirada a lo que fue
O como he llegado a pensar
Veremos ahora realmente lo que existe junto a ti
Al ya no ser parte de ello
¿Al caer en las profundidades?
¿Por qué nos provocáis?

ي

Segundo... La Rebelion

El lucero más esplendoroso de los edenes en llamas se consume
¡Tú has osado llamarnos embusteros y perjuros!
¡Tú con vuestra labia has procurado el desdén infeccioso de un millar de millares
!Si en las tuyas manos el calor se a apagado hace eones para enfriarnos los corazones
Si los amaneceres ya no cargan más que negros conjuros que hablan de prevaricación
Me has encendido con la inmortal fuerza de tus ojos
Me has elevado a tus máximos designios y he sido tus manos y tus labios
¡Y ahora!
El trueno de mi voz me llena de dolor por vuestra traición inconmensurable
El poder habéis depositado en mis favores para guiar a estos mis hermanos
¡Y nuestra sangre es ahora el color de nuestra morada!
Mis hermanos estallados en guerra
Mis hermanos desangrados por mis manos
Que fatídico y maldito el momento en que el tuyo favorito fui
¿Cual escorzo torcido mis ojos no vislumbraron cuando a tu lado estuve?
Con que derecho la vida de mis hermanos puse en oposición
Tú nos forzaste a este designio fatuo
Vuestra palabra que ya en oído alguno suena, emerge presurosa de las tinieblas
Exigiendo definición en nuestras líneas de guerra
Si deseáis condenación eterna
A nuestro amor hemos de renunciar
Y al odioHabremos de abrazar.
ي

jueves, julio 06, 2006

Tercero... El Descenso

No hay vida fuera de nuestros corazones lacerados
La inexistencia de la aberración corroe con lentas dentelladas el proemio adolorido
Hasta el último rincón de la nuestra desesperada vergüenza
Aquí yacemos entre sollozos
Aquí están mis hermanos de armas y dolor
No hay sombras, ni color, ni viento, ni aroma en nuestra lid
Nuestras heridas no sanaran y en fuego las volutas de dolor el cielo miraran
Vuestra misericordia responde solo a nuestra agorada carencia de paz,
Que ahora cual orquesta de miseria entupida en llantos
Nos resuena ya lo bello y hermoso
Que jamás nunca volverá a ser,
Y cuya imagen crece en nuestros balcones de lágrimas
Esas que arden
Esas que caen
¿Por qué nos has abandonado?
¿Por qué nos has condenado?
El egoísmo de tu luz que no has querido compartir
Esa por la cual has ultimado la ilusión
Te sabe mejor ahora que nos has enterrado a tus ojos
Ahora que nos has dividido
¿Ahora que nos has arrojado?
Aquí los tiempos son eternos, y así mismo…
Te esperaremos.
ي

lunes, julio 03, 2006

Y así, sólo caminamos lejos.













En el relámpago último de vuestra piel dolorida
De la sangre derramada por el arma de las manos viciadas
Que se lleva lejos la inocua sensación de sanidad
Dejando atrás su estela compungida de dolor
En la aturdida beldad de los embotados sentidos
Que claman la venganza de las flores que por sobre todo ojo habrán de ser vistas
¡Aquí¡
En este agujero absorbedor de la quietud
En esta miseria
Aquí
Donde los balcones de aquellos ojos atiborrados con brillo tibio
Proclaman la voz del que en ellos ha de habitar
Para el bien de la putrefacta infección de su misericordia
Llamando a por el Dios que le dejó caer desde la palma obscena del cielo
Para encontrar entre atosigadas mermas
El salud de un centenar de dentelladas expectantes
Y gritar
Llorar
Y maldecir
Y volver a gritar el nombre bestial
Maldecid la vuestra siniestra plenitud
Y saber que en el odio
La quietud
Aquí
No tiene cabida.
En las sombras y tinieblas del corazón
Pulverizado por el cordón y la pluma
La nada es señor de toda lumbre
¡Amo de todo patrono!
Del abismo extendido desorbitando el temple
De la nada absorbiendo cada idea
Señor de cada ilusión
Perdida pérfida maldita esperanza
De la pobre razón de los responsorios felones.
Ominosos los ojos que os ven
Ya cayendo lentamente
Pasando el camino
Aquí
Os recibimos
Y proclamamos vuestro nombre.
¡Aquí!
¡Te acopiamos y ungido en el agua turbia de nuestros muertos rostros!
Recordamos tu odio
Recordamos la vuestra rebelión de injustificada negación
Y a manos extendidas hacia los paramos del infierno
Recogemos la tuya guiada a nuestros reposorios
Donde el descanso de los fuertes
Es espada alzada desafiante
Frente al plexo rutilante del señor de nuestra nada.
¡Así se hará!
¡Ahora!
¡Y para siempre!
En el refugio de los solitarios héroes
Bienvenido será el desdén y el recuerdo
¡Tu!
Único como cada gota de esta copa a derramar
Monarcas todos de la cruel y de la repudiada
Con el valor empuñado entre huesos cobijados de poder
Nuestra voz es ahora de la enhorabuena acongojada
Y el despertar de este sueño
Aquí
Ya que como ningún espejo ha de reflejar
En los fondos de nuestra vergüenza
La fe del debilitado y de flacas conjeturas que a de domar
La intrépida confesión de vuestro semblante.
Seréis la buena ventura del platinado caminante belicoso
Y entre las tumbas
Un partidario de la emoción
Señor de la destrucción
Dueño de la nada de nuestra voluntad
¡Aquí!
Bienvenido seas.

ي

domingo, julio 02, 2006

La muerte de una estrella.

Una nube oxidada, luego el vacío, la carretera de los muertos, de los sin nombre, de todos aquellos no comprendidos que alzan sus manos al cielo y preguntan ¿por qué?, de todos aquellos ínfimos seres que luchando palmo a palmo intentan mascullar un resquicio de sanidad, de razón o simplemente de importancia en el enorme y desolado vacío.
La nube quedó atrás, y desde las profundidades de la tierra se levantaron las garras de fuego, en volutas de humo negro y toxico, en danzantes y afiladas uñas de ardor que destrozaban el aire al entrelazarse con los relámpagos que reventaban bajo las convulsionadas nubes.
El magma vomitado desde las entrañas, que daba vida al diminuto sol que acababa de resucitar para ser abatido nuevamente, las nubes oxidadas soltando sus letales proyectiles, la corrosiva química de sus partículas alineando a sus batallones, preparándose para el asalto… el ejercito de hormigas asediando al dragón de la madre tierra.
La cola y los dientes, las bocanadas de fuego y los rayos de sus ojos que eran de nubes ennegrecidas, la tierra de la nada, la tierra de las llamas, el mundo recién nacido agitándose en el vientre del cosmos, bebiendo la leche venenosa del seno de las nubes, y de la carne de las estrellas, aquellas que trazaban sendas a través de la bruma, de la sangre vaporizada de las hormigas, abalanzándose sobre la implacable bestia de fuego, pero millones de refuerzos cargaban con fuerza, una y otra ves, y luego con más potencia, con mas compañías de innumerables gotas grises, destrozadas por las lanzas de sus ojos, abatidas por el calor de su piel.
La tierra de los humanos en brutal contienda contra los ejércitos grises que destellaban en el aire, aquellos ejércitos nacidos en los confines más olvidados del principio del mismísimo universo, los que en sus carrozas de hielo y polvo estelar dejaron el hogar lejano para dejarse caer sobre el fuego y la desolación.
Allí iba un átomo, un insignificante y diminuto átomo, con esperanzas de vida y lujo, con la añoranza de encontrar entre las llamas el cobijo de su antiguo y lejano hogar.
El mundo rechazaba con todas sus fuerzas a aquella tempestad, a la tormenta de la evolución que comenzaba a desgarrar la piel del dragón, de la bestia todo poderosa que ningún ojo volvería a ver en su máxima esencia, en su más alto nivel, cuando el poder le era atributo indiscutible… los embates del universo intentando sosegarle había logrado evitar, desgarrando la epidermis de todo contrincante venido desde las sombras, desafiando incluso a su amo el sol, de quien era casi una orgullosa copia de ferocidad. Pero se quiso que no fuera así, el monstruo debía de ser aniquilado, y su calor debía de ser contemplado sólo en la mente inalcanzable de su hermana menor, en el recuerdo del tiempo en que la tierra era una estrella roja, la luna sería entonces la última testigo de aquella furia, que le permitió así misma el nacer.